Siempre es fascinante cuando podemos asistir a un desastre en ciernes, a una película que nunca debió existir, a un bodrio tan enorme que solo podemos asistir a su visionado con ojos de incredulidad. A todos nos ha pasado la primera vez que nos enfrentamos a obras como ‘The Room’, ‘Birdemic’, ‘Jesucristo Cazavampiros’ o ‘América 3000’, por poner algunos ejemplos clásicos del cine cutre. Pero el rodaje de ninguna de estas es tan loco como el de ‘Monster a go-go’, una de las peores cintas jamás hechas… y cuya existencia es, de hecho, una mera casualidad.
Monstruo es monstruo aunque no quiera
Esta historia transcurre a inicios de los años 60, cuando los Estados Unidos estaba en ese periodo floreciente en el que se sentían triunfadores, entre la II Guerra Mundial y el debacle de Vietnam. Los suburbios se llenaban de familias que jugaban en las aceras, los televisores controlaban los horarios de los hogares y los cines (y autocines) se llenaban de adolescentes deseando disfrutar, entre palomitas y besos, de una buena sesión doble, que bien podía estar formada por dos películas de serie B o por una de calidad acompañada de una serie Z.
Uno de los mayores expertos en este tipo de cine de usar y tirar era Herschell Gordon Lewis, que en 1961 hizo su primera película, una nudie llamada ‘The Adventures of Lucky Pierre’ y consiguió fama y cierta riqueza gracias a uno de los primeros clásicos gore de la historia, ‘Blood Feast’, que costó apenas 24000 dólares y recaudó cuatro millones. Obviamente, con ese bagaje se sentía capaz de todo. Con un apetito incansable por las sesiones dobles, Gordon Lewis hizo lo que fuera por conseguir atraer al público joven.
Pero para entender qué pinta Gordon Lewis en esta historia tenemos que quedarnos un momento en 1961, cuando el director Bill Rebane trató de hacer su primera película, ‘Terror at halfday’, sin caer en la broma ni la serie B: se trataba de pura ciencia-ficción sobre un astronauta convertido en monstruo… que se quedó enseguida sin presupuesto. Al no poder conseguir más financiación, Rebane dejó la película así, a medias e inacabada, lista para que otro director con muchos menos redaños la terminase. Y aquí, ahora sí, entra nuestro «héroe» para destrozarla.
¿Sigue la amenaza entre nosotros? ¿Eh?
En 1965, Gordon Lewis estaba buscando como fuera una película que acompañara en una sesión doble a su obra redneck (para entendernos, paleta) ‘Moonshine Mountain’, cuando llegó a sus manos ‘Terror at halfday’. El director sabía perfectamente lo que hacer: le cambió el título a ‘Monster a go-go’, llamó a los actores que quisieron volver para grabar escenas adicionales y se inventó un guion totalmente nuevo sin contactar en ningún momento con Rebane. ¿Para qué?
Como no todos los actores volvieron, la mitad de los personajes desaparecían a mitad de metraje sin ninguna explicación y eran sustituidos por otros. Es más: como otros intérpretes habían cambiado mucho en estos cuatro años, hicieron de los hermanos de sus personajes originales. Con las pocas escenas que grabó para acabar la película, la trama de Douglas, el astronauta que se convertía en monstruo, quedaba sin final: ahora, cuando atrapaban al monstruo, este escapaba (sin mostrarlo, solo a golpe de voz en off) y, al final, desaparecía sin dejar rastro. Nadie sabía cómo seguir a partir de ahí, así que Gordon Lewis finiquitó la película incluyendo una marcianísima voz en off en la última escena que, se supone, respondía a todas las preguntas del espectador. Mucho ojo, porque no vais a dar crédito.
Como si se hubiera encendido un interruptor, como si un ojo hubiera parpadeado, como si alguna fuerza fantasmal del universo hubiera hecho un movimiento más allá de nuestra comprensión, de repente, ¡no había rastro! No había ningún gigante, ningún monstruo, nada llamado Douglas a lo que seguir. No había nada en el túnel salvo los desconcertados hombres valientes, que de repente se encontraron solos con las sombras y la oscuridad. Con el telegrama, una nube se disipa y otra desciende. El astronauta Frank Douglas, rescatado, vivo, bien y de tamaño normal, a unos 13 000 kilómetros de distancia en un bote salvavidas, sin recordar dónde ha estado ni cómo se separó de su cápsula. Entonces, ¿quién o qué ha aterrizado aquí? ¿Ya está aquí? ¿O se ha accionado el interruptor cósmico? El caso es que la línea entre la ciencia ficción y la ciencia real es microscópicamente delgada. ¡Habéis sido testigos de cómo esa línea se ha vuelto aún más delgada! Pero, ¿la amenaza sigue con nosotros? ¿O el monstruo ha desaparecido?
Increíble, ¿eh? La película se estrenó, todo el mundo la odió a muerte y se olvidó en la historia hasta que fue rescatada por el mítico ‘Mystery Science Theater 3000’, que la calificó como la peor película jamás hecha. A posteriori, Rebane llegó a lanzar una edición especial en DVD para rebañar el fondo del barril. Ojo, porque este director tampoco está exento de culpa: cuando, diez años después del lanzamiento de ‘Monster a go-go’, pudo demostrar lo que sabía hacer, perpetró cosas como ‘La invasión de las arañas gigantes’. Gordon Lewis, por su parte, siguió teniendo todo el morro del mundo hasta su retirada del cine en 1972, con la mítica ‘The Gore Gore Girls’. Después, se dedicó al marketing y solo volvió al cine, 30 años después de su retirada, para hacer la terrible y tremenda ‘Blood Feast 2’. Los grandes nunca cambian.
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