Netflix estrene una gran cantidad de películas cada año, pero luego solamente hay unas pocas que reciben un trato especial. En este caso no hablo de que sus responsables hayan tenido más dinero para hacerlas o que la plataforma haya hecho una campaña promocional más intensa. Lo que realmente crea un grupo selecto es el privilegio de que antes puedan verse en cines de forma limitada.
‘Un fantasma en la batalla’ pertenece a ese grupo, ya que llegó a los cines españoles el 3 de octubre y el 17 de ese mismo mes pasó a estar disponible en Netflix. No me cabe duda de que uno de los objetivos es hacer ruido de cara a los próximos Goya, pero ahí va a tener el mismo problema al que de hacer frente en otros aspectos: sus innegables similitudes con ‘La infiltrada’.
En tierra de nadie
Estoy convencido de que habrá espectadores que opten por ignorar ‘Un fantasma en la batalla’ porque asuman que esa película ya la han visto hace bien poco. Y no puedo decirle que aquí vayan a encontrar algo radicalmente diferente, pues en lo puramente argumental hay suficiente puntos en común como para llegar a esa conclusión.
Sin embargo, el enfoque es muy diferente, lo que lleva a que sean obras complementarias. De hecho, lo realmente ideal habría sido combinar las fortalezas de ambos títulos, porque ‘La infiltrada’ funciona mejor como entretenimiento, mientras que ‘Un fantasma en la batalla’ maneja el dramatismo de forma más sobria y sin caer en maniqueísmos tan fáciles como los que encontrábamos en la película de Arancha Echevarría.
El problema es que ninguna de las dos acaba siendo especialmente redonda, pero ahora toca centrarnos en qué es lo que funciona y lo que no en el nuevo largometraje de Agustín Díaz Yanes, que se ocupa tanto del guion como de la puesta en escena. Lo más obvio es que cualquier tipo de factor sorpresa se ha perdido tras ‘La infiltrada’, pero el problema más allá de eso es que todo el viaje emocional que propone se siente un tanto manido.
Ahí es donde uno podría esperar que Díaz Yanes optase por un enfoque más visceral y que la violencia tuviese una presencia tan potente que eso elevase la intensidad que buscan desprender sus imágenes. No negaré que haya escenas concretas en los que esa sensación de peligro está conseguida y eleva el interés por encima de lo que sucede realmente, pero no existe la suficiente continuidad como para que sea algo que nos mantenga atrapados en todo momento.


De hecho, la principal preocupación de Díaz Yanes parece ser vincular la misión del personaje de Susana Abaitua a la trágica realidad de la época -hasta se recurre en varias ocasiones a imágenes de archivo en más de una ocasión para reforzarlo al máximo-, pero sin que la propia historia que está contando se base en nada concreto que sucediera. Eso lleva a que la estructura narrativa de la película esté más supeditada a este punto que a desarrollar de forma satisfactoria a Amaia. Y si algo nunca puede resultar forzado, con un tema tan delicado aún menos.
Por otro lado, hay que agradecer que Díaz Yanes intente mantener esa sobriedad a todos los niveles, lo que ayuda a dibujar personajes más humanos. Ahí sí que supera con creces a ‘La Infiltrada’, donde a veces se caía casi en la caricaturización del mal para lograr el efecto buscado a cualquier precio.
Es cierto que aquí tampoco hay suficiente ánimo de profundizar -un buen ejemplo de ello lo tenemos con el personaje de Andrés Gertrúdix– y hay aspectos muy claros en los que se contenta con presentar una idea para no hacer luego nada con ella. Eso choca con su enfoque más sobrio y dramático y lleva a que la película se acerque demasiado a ser un vehículo para el lucimiento de Abaitua.
Lo curioso es que luego la película tampoco quiere realmente ser eso, algo que se percibe tanto en la contenida interpretación de una inspirada Abaitua como en la forma de abordar la historia que nos cuenta. El problema es que todo acaba quedándose un poco a medias, con nada en concreto que moleste, pero tampoco algo que fascine y sirva como eje vertebrador para todo lo demás.
Creo personalmente que el principal fallo de ‘Un fantasma en la batalla’ es que para volver ahora mismo a este tema hay que ofrecer algo realmente distintivo. Con todos sus problemas, ‘La infiltrada’ lo logró, pero aquí, sin ser para nada una mala película, no puedo decir lo mismo.
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