Una vez concluida y digerida la última edición del Festival de Sitges, es el momento de detenerse, hacer cómputo global y seleccionar las películas que, a título personal, más me han hecho disfrutar en un año cuya programación sugería ser la fiesta de los «tapados». Y es que, por encima de grandes títulos como ‘Bugonia’, ‘No Other Choice’, ‘Frankenstein’, ‘Sisu 2’ o ‘La larga marcha’, las verdaderas estrellas han sido esas cintas pequeñitas y menos mediáticas que brillan con luz propia en el circuito festivalero.
Desde animales cabreados a found footages lovecraftianos, pasando por dramedias intensas, ataques de ansiedad cinematográfico y locuras con ecos a John Waters, el 58 aniversario de Sitges nos ha dejado una buena ración de fantástico coronado, un año más, por una producción rodada con dos duros, cuatro actores y un high concept interesantísimo. Sacad papel y boli y no perdáis de vista estos títulos.
Primate


Parece que a Johannes Roberts se le da bastante bien esto de los animales cabreados, porque después de ponernos de los nervios con los tiburones de su sorprendente ‘A 47 metros’ ha pasado a tierra firme para firmar una cinta a medio camino entre el slasher y el survival con un grupo de adolescentes enfrentándose a un chimpancé aislados en un casoplón. Un divertidísimo festival de gore, comedia y tensión de esos que hacen que los aplausos y las carcajadas fluyan sin cesar en la sala.
The Furious


La edición de este año ha estado marcada por los sorpresones, y pocos más grandes ha habido que esta barbaridad titulada ‘The Furious’. A estas alturas ya estoy curado de espanto, pero esta catedral del cine de acción y artes marciales tiene las coreografías más espectaculares que he visto en mucho, pero muchísimo tiempo, y une lo mejor de dos industrias especialistas en esto de las hostias de cinco tenedores: la hongkonesa y la indonesia. Un ballet ultraviolento que va a ser difícil de superar a corto plazo.
Gaua


Tengo una especial debilidad por el cine de Paul Urkijo. Ya me cautivó con su ‘Errementari’ y me hizo soñar con que otra industria era posible en nuestro estado gracias a su particular versión de ‘Conan’ en ‘Irati’, pero este 2025 ha llevado su carrera un paso más allá con la que, probablemente, sea la mejor película de su filmografía. Una nueva exploración del folklore de Euskadi en una historia de brujas, inquisidores y sueños de libertad rodada con una sensibilidad increíble y con un mimo asombroso en lo visual. Urkijo, nuestro Robert Eggers particular.
It Ends


Después de lo que pasó con ‘Desert Road’ el año pasado, mi película favorita de la edición ha vuelto a ser una producción minúscula con una premisa hermanada con ‘La dimensión desconocida’ y un poso existencialista que me dejó hecho un par de lágrimas. Cuatro personajes, un coche, un bosque siniestro y una carretera interminable en una cinta que puede resonar en casi cualquier espectador gracias a su negación a dar explicaciones y a su riqueza de lecturas.
The Vile


El drama, el thriller y el terror sobrenatural se funden en esta cinta de Emiratos Árabes —rodada, por cierto, en unos hermosísimos 16mm— que abraza los tropos de las historias de «un extraño en el núcleo familiar» para hacer descender a su protagonista a un infierno en la tierra. Las bases socioculturales de su país de origen enriquecen un visionado de lo más afilado y con unos picos de intensidad dignos de elogio.
Reflection in a Dead Diamond


Hélène Cattet y Bruno Forzani han vuelto a la carga después de dejarnos con las cabezas rotas con su ‘Dejad que los cadáveres se bronceen’. De hecho, saber que son los responsables de la cinta de 2017 ya deja entrever que ‘Reflection In a Dead Diamond’ no es demasiado accesible, pero su homenaje al eurothriller setentero y al cine de espías tiene un juego metanarrativo tan alucinante como su glorioso tratamiento visual, que compensan con creces su enrevesada narrativa. Una experiencia inolvidable.
Si pudiera, te daría una patada


El hype era bastante alto con ‘Si pudiera, te daría una patada’, y lo nuevo de Mary Bronstein terminó estando a la altura de las expectativas. Haber vendido la cinta como una comedia negra me hizo entrar con la guardia baja, porque a pesar de su retorcido sentido del humor, articula un discurso sobre la maternidad, el rol como cuidadora de la mujer en las dinámicas familiares y la angustia existencialista que es, simple y llanamente, demoledor. La puesta en escena, que simula un ataque de ansiedad de dos horas de duración, y lo de Rose Byrne, que está espléndida, son para abrirse paso en la temporada de premios.
Fucktoys


A Sitges se viene para ver obras únicas en su especie con ínfimas posibilidades de llegar a salas —ni tan siquiera a plataformas—, y ‘Fucktoys’ es una de las grandes representantes de este tipo de cine en esta edición. Annapurna Siram escribe, dirige y protagoniza esta comedia dramática en clave trash tan sórdida como divertidísima, que se inspira en la obra y milagros de John Waters —de forma orgánica y sin intento de copia de marca blanca— para impactar y dejar el corazón calentito gracias a su encantador tratamiento de personajes.
Man Finds Tape


Este año, los parroquianos Aaron Moorhead y Justin Benson, además de con un cortometraje dirigido con ellos, aterrizaron en Sitges con tres producciones gestadas bajo el ala de su compañía Rustic Films, y ‘Mind Finds Tape’ es, probablemente, la más especial del trío. Una vuelta de tuerca al resobado subgénero del found footage que coquetea con las entidades cósmicas y los misterios magufos en un mejunje de espíritu lovecraftiano de lo más inteligente y ante el que es complicado no caer rendido.
Obsession


Cerramos la selección con la justa ganadora del Premio del Público de esta edición y con una cinta que, pese a haberme incomodado ligeramente desde un punto de vista estrictamente de género —lo del cliché de la «novia loca» es un poco peliagudo a estas alturas—, retuerce el concepto de la pata de mono en una comedia negrísima, pasadísima de vueltas, grotesca y divertidísima que no hace prisioneros. Las risotadas y los gritos ahogados de angustia en algunos de sus momentos más extremos fueron impagables.
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