Una de las peores cosas de las redes sociales e internet es esa tendencia a que todo sea blanco o negro, y se queden por el camino los grises. Si bien el debate de ‘Strange darling’ no fue tan incendiario ni traspasó las barreras del cine de nicho como se pensaba, sí que hubo conflicto entre las voces que ensalzaban sus valores cinematográficos y las que la tachaban de misógina. Si me preguntan, ambas afirmaciones son correctas.
Aviso de que este post contiene spoilers de ‘Strange Darling’
Darling in the row
Tras la exhibición de ‘Strange Darling’ en festivales como Sitges (donde ganó el premio del público), parecía que la película de JT Mollner iba a dar pie a un debate que enfrentaba forma y contenido, y que podría degenerar mucho con el estreno inmediato de la cinta en cines. Claro que, al coincidir con ‘La sustancia’ en cartelera, la película de Coralie Fargeat acaparó toda la conversación (merecidamente) y al final la sangre no llegó al río.
Las opiniones detractoras de la cinta protagonizada por Willa Fitzgerald y Kyle Gallner (al que parece que solo le ofrecen papeles de creepy desde ‘Jennifer’s body’) la tachan de misógina, tanto por el giro en el personaje de The Lady, como por el final que se le da a ese personaje.
Por otro lado, algunas de las personas que defienden los aspectos formales más innovadores de la cinta, tanto respecto a la maravillosa dirección de fotografía de Giovanni Ribisi como por ese montaje al servicio de una estructura narrativa no cronológica, argumentan que acusar a la historia de misógina es tergiversarla y buscar cosas donde no las hay.
En mi humilde opinión, ambos aciertan en algunas afirmaciones, pero no en todas. Empezando por la cuestión más espinosa: ¿es ‘Strange darling’ una película misógina? Si bien la mayor parte del tiempo no me lo parece, sí que hay momentos y líneas de guion en los que es muy difícil no sacar esas conclusiones, después de que te lo subrayen tanto.
Me refiero a la escena en la que The lady le habla al personaje de Kyle Gallner sobre la injusticia de que las mujeres se arriesguen a morir cuando simplemente quieren echar un polvo, que se antoja un tanto extraña e incoherente si luego quiere pasarse todo eso por el arco de triunfo al tratarse de la asesina.
Pero, sobre todo, el momento que es difícil no interpretar de esa manera es en el último capítulo, después de que ella mate a The demon y finja ser víctima de una violación para que la policía no sospeche de ella. La sorna con la que está tratado el personaje de la mujer policía y los reproches de su compañero a su forma de «saltarse el protocolo» al creerla a ella hacen que sea muy difícil no ver ahí una crítica/pulla hacia ese tema.
Esas dos escenas, unidas al énfasis que se hace en el tramo final de cómo consigue manipular a todo el mundo (incluido el espectador) para que crean que es una víctima siendo en realidad una depredadora, hace complicado no extraer esa doble lectura misógina en relación al tema de creer a las víctimas de agresiones sexuales.
En ese sentido, no creo que la gente «imagine cosas» ni que haga una sobrelectura de la película, sino que el guion te remarca tanto estos elementos que lo raro sería no extraer esas connotaciones. Sin embargo, creo sinceramente que se trata de algo involuntario y que no hay una intención real construir un discurso en torno a ello.
Ya en la presentación de la película, Mollner remarcó mucho que su historia «era de ficción y no tenía mensaje». Citando al propio director en una entrevista que le concedió a mi compañero Randy Meeks:
«Los personajes son extraordinarios haciendo cosas extraordinarias bajo circunstancias extraordinarias, y la razón por la que creo que la historia es interesante es porque no es un comportamiento normal. Cualquiera que piense que la película es anti-mujeres debería creer que la película también es pro-asesinato».
Así pues, veo esos momentos inevitablemente misóginos más como error de guion en cuanto a que, si no era la intención de Mollner que esa fuera la conclusión de su película, meterlos en la historia resulta incoherente y confuso. No creo que sea un ‘Sound of freedom’, en el sentido de utilizar la película para contribuir y blanquear un discurso nocivo, sino más pronto un ‘La caza’: una historia que el director abordó como un suceso excepcional y ficticio, sin darse cuenta de cómo se puede extrapolar a gran escala.
Yo defiendo siempre el consumo crítico de cualquier producto cultural, el ser capaces de analizar críticamente las cosas y contextualizarlas, no tanto para enfadarnos sino para protegernos de ellas y no dejar que construyan nuestro imaginario personal (que es básicamente el consumo acrítico que venimos haciendo desde hace no tanto).
No obstante, también creo que a veces tendemos a polarizar mucho todo y se quedan fuera los matices. En este caso en particular, creo que sería injusto atribuirle una intención dañina a la película cuando, a mi modo de ver, se trata más de un error de coherencia narrativa.
En mi caso, paso por el aro (igual que paso por el aro de muchas películas de hace 20, 30 o 50 años) porque me compensa todo lo demás: lo fascinante de la historia y su protagonista, la divertida explosión de violencia, su forma de sorprendernos constantemente al fragmentar y desordenar la estructura de la historia, y la fuerza con que la narración nos agarra desde el principio y no nos suelta hasta el final.
No creo que la gente que señala los elementos misóginos vea cosas que no hay, como tampoco creo que la tesis de la película sea que todas las mujeres son unas mentirosas. Veo esas connotaciones porque no soy ciega, pero puedo perdonarle esas torpezas al guion porque no veo mala fe en ellas. Además, una a veces también quiere dar el salto de fe y disfrutar las historias de ficción en toda sus ambigüedades.
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